Tal y como recoge Duplos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido una preocupante predicción sobre el aumento de los suicidios a nivel global en el período post-pandemia de COVID-19. La crisis sanitaria, que ha afectado a millones de personas en todo el mundo, ha dejado un impacto desigual en la salud mental, con un alarmante aumento en los intentos de suicidio.
La pandemia ha cobrado cientos de miles de vidas, desencadenado el desempleo masivo y dejado a millones en estado de vulnerabilidad. Además, ha interrumpido la educación y las interacciones sociales, especialmente afectando a los jóvenes. Las medidas de salud pública, como el distanciamiento físico y el confinamiento, fundamentales para contener la propagación del virus, han tenido consecuencias significativas en la salud mental de la población. La psiquiatra Johanna Lyngbye señala que el aislamiento puede desencadenar depresión, ansiedad y frustración, aumentando el consumo de sustancias estimulantes.
Las repercusiones en la salud mental son evidentes, especialmente para los jóvenes y adultos con trastornos mentales graves. El Hospital Psiquiátrico La Domaine en Francia ha experimentado un aumento significativo en las interconsultas de adolescentes y adultos en riesgo, triplicándose según la directora del centro, Sophi Maes. La fatiga, el estrés académico y las frustraciones por la falta de normalidad han contribuido a este aumento. Expertos advierten sobre la necesidad de crear espacios recreativos y fomentar la vida social para prevenir el deterioro de la salud mental.
En este contexto, Chile enfrenta un desafío adicional, ya que la OMS revela que es el sexto país con la mayor tasa de suicidios en América Latina. Según BioBio Chile, después de la pandemia, las cifras han ascendido a 10.3 casos por cada cien mil habitantes, según datos actualizados para el año 2022. La región de las Américas es la única donde la mortalidad por suicidio ha aumentado desde el año 2000, y factores multifactoriales como desempleo, pobreza, problemas de salud mental y acceso limitado a la atención médica contribuyen a este fenómeno.
En Uruguay, una paradoja desconcertante emerge, ya que, a pesar de ser considerado uno de los países más seguros y estables de América Latina, presenta una tasa de suicidios de 21.2 por cien mil habitantes en 2019, superada solo por Guyana y Surinam en la región. Factores como la presencia de violencia, abuso, falta de empleo y acceso limitado a la atención médica impactan en la vivencia de los uruguayos.
En medio de este escenario, Chile ha lanzado el programa de prevención de suicidios «Quédate«, una iniciativa pionera en América Latina que cuenta con una inversión significativa y un enfoque integral. Este programa busca abordar la complejidad del suicidio, involucrando talleres comunitarios, aumento de psicólogos en servicios de urgencia, registros estadísticos mejorados, líneas de ayuda y grupos de apoyo.
La prevención del suicidio es un desafío que requiere enfoques multifactoriales y recursos adecuados. A nivel global, la comunidad internacional debe prestar atención a la advertencia de la OMS sobre la oleada de suicidios post-pandemia, y los gobiernos deben priorizar estrategias efectivas para abordar la crisis de salud mental que ha surgido como una consecuencia silenciosa pero significativa de la pandemia de COVID-19.
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